EN LA PAREJA

La violencia de pareja —también conocida como violencia conyugal o violencia mari- tal— es una de las formas más recurrentes en la familia. Se trata de un fenómeno psicosocial que afecta tanto a hombres como a mujeres, sin importar edad y condición socioeconómica, nacionalidad, religión o raza, y se presenta tanto en parejas heterosexuales como homo- sexuales. Este asunto —de acuerdo con investigaciones— se ve mayormente permeado por la violencia hacia las mujeres debido a que hay un mayor número de denuncias por parte de ellas.

En México se aplicó la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) para tener un acercamiento sobre la incidencia de violencia en la pareja, un trabajo conjunto entre el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) y el INEGI, en tres periodos: 2003, 2006 y 2011. El último levantamiento muestra que la violencia de pareja está más extendida entre las mujeres separadas, divorciadas o viudas, pues 64% declaró que a lo largo de su última unión o matrimonio fueron agredidas de diferentes formas. Dos de cada 10 reconoció haber sido abusada por su pareja o esposo.

Celis (2011) define la violencia de pareja como un “conjunto complejo de distintos ti- pos de comportamientos violentos, actitudes, sentimientos, prácticas, vivencias y estilos de relación entre los miembros de una pareja íntima, que produce daño y malestar grave a la víctima”.

Leonore Walker, en 1970, trató de explicar los patrones de comportamiento en las relaciones abusivas, explicando que una vez que éstas se establecen “se caracterizan por un patrón repetitivo y predecible de abuso, ya sea emocional, psicológico o físico”, también expresa que al repetirse en periodos sostenidos se convierte en un ciclo que puede dar lugar a la “indefensión aprendida y al síndrome de persona maltratada”.

Según su teoría, en el ciclo de la violencia se pueden identificar tres etapas:

Fase 1. Acumulación de tensión: El agresor se vuelve más susceptible y responde con más agresividad y hostilidad (aunque no lo demuestra con violencia física) y encuentra motivos de conflicto en cada situación. La víctima trata de calmar la situación y evita hacer aquello que cree que disgusta a su pareja (pensando que podrá evitar la futura agresión). La tensión va aumentando y la irritabilidad del agresor también, sin motivo comprensible para la víctima. Esta fase puede dilatarse durante varios años.

Fase 2. Estallido de la tensión o explosión violenta: Es el resultado de la tensión acumulada en la fase 1. Se pierde toda forma de comunicación y entendimiento, y la violencia, finalmente, explota dando lugar a la agresión.

Aparecen las agresiones verbales, psicológicas, físicas, etcétera. Es en esta fase cuando suelen denunciarse las agresiones o cuando se solicita ayuda (al producirse en la víctima lo que se conoce como “crisis emergente”).

Fase 3. “Luna de miel” o arrepentimiento: La tensión y la violencia desaparecen; el agresor se muestra arrepentido por lo que ha hecho, pide disculpas a la víctima y la colma de promesas de cambio. Se le denomina “luna de miel” porque el agresor vuelve a ser cariñoso y amable como al principio de la relación. A menudo, la víctima le concede otra oportunidad creyendo firmemente en sus promesas. Esta fase dificulta que la víctima ponga fin a esa relación porque, incluso sabiendo que las agresiones pueden repetir- se, en este momento ve la “mejor cara” de su agresor y alimenta la esperanza de que podrá hacerlo cambiar.

Este ciclo se repetirá varias veces en diferentes lapsos y poco a poco el arrepentimiento se irá desvaneciendo y el grado de violencia irá en aumento.

Dr. José Óscar Aldana Torres

CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA SEXUALIDAD Y DEL GÉNERO EN UNIVERSITARIOS

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