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LECTORES, PELIGRO ¿EN DE EXTINCIÓN?

 1. LA DIMENSIÓN DEL PROBLEMA:

El universo lector en el país apenas supera 46%, y habrá que decir que la propia encuesta nos permite conjeturar que la cifra está algo “inflada”; por ejemplo, cuando se interroga a ese reducido universo lector sobre sus preferencias de lectura la respuesta más recurrida es sorprendente: 33,3% dice “no tener preferencia”, es decir, les da lo mismo leer un libro que la información impresa una botella de agua.8 Algo no cuadra en esta respuesta: o bien son practicantes de una lectura absolutamente indiferente, o simplemente no tienen preferencia porque no leen, en cualquier caso, malas noticias.

2. EL FRACASO EN LA MATERIA EN LOS ÚLTIMOS AÑOS

Si los resultados de 2006 arrojaban datos perturbadores y nos colocaban en un escenario muy delicado, que reclamaba acciones urgentes y, sobre todo, eficaces, los de 2012 confirman un sexenio perdido; quizás ni siquiera se pueda hablar de fracaso, pues antes habría que asegurarse de que el gobierno calderonista intentó algo (no sólo poner en automático el limitado Programa Nacional de Salas de Lectura), que tuviera alguna estrategia, incluso si se ocupó alguna vez del tema.

No menos escandaloso resulta el promedio nacional de libros per cápita: 2,9. De nada vale el consuelo de que, al menos en este rubro, seguimos igual, porque sería tanto como celebrar el fracaso.

Un fracaso porque mientras en México este promedio es de 2,9 libros, en Finlandia — según Eurobarómetro 2011— es de 47, en Islandia 40, en Noruega 18, en Alemania 15, en España 10,3, en Portugal 8,5 y los ingleses leen apenas 2,6 libros… pero en sus vacaciones.

Decía ese filósofo excepcional que era Gilles Deleuze (1925-1995) que una de sus funciones como profesor —que lo fue tanto en universidades como en colegios de enseñanza media— era enseñar a los alumnos a lidiar con la soledad.9 Curiosa misión pedagógica. Quizás no tanto si se piensa, precisamente, en la lectura, porque una de las enseñanzas de esta práctica, que no está en los libros sino en la práctica misma, es construir una relación con la soledad, como lo confirma la propia ENL2012, en la que se apunta que: “Aquellos que nunca leían solos de niños, en su mayoría no son lectores de libros de grandes”.

Promedio nacional de libros leídos al año. Comparativo 2006-2012.

Quien no leyó de pequeño, difícilmente lo hará siendo adulto. Tiene la forma de una condena. No se trata de determinismo, sino de posibilidades, de prácticas y gustos adquiridos. Incluso de ambientes: ¿Cómo se puede aprender a amar los libros, cuando ni siquiera se tienen?

Una de las preguntas de la encuesta se refiere al número de libros en el hogar. El volumen más bajo de libros es el más extendido: 56,2% de los entrevistados respondió que en su casa había entre 1 y 10 libros. El porcentaje baja dramáticamente cuando la cantidad de libros se duplica: 21,6% respondió tener de 11 a 20 libros. Y la tendencia continúa: al llegar al tercer rango, sólo 8,8% estima poseer de 21 a 30 libros. Ello significa que 77,8% de los encuestados tiene una “biblioteca” que no rebasa los 20 volúmenes. Casi 80% de los hogares en México tienen menos libros que los que, en promedio nacional, compra un islandés durante un año: más de 40.

¿Por qué no lee ese 53,8%? ¿Carece de dinero para comprar libros? ¿De tiempo para leerlos? ¿De gusto para una y la otra? De acuerdo con la enl2012 son varias las razones: en primerísimo lugar, porque sencilla y francamente a 32,9% de los entrevistados no le gusta leer.

Relación entre lectura actual de libros y lectura en solitario en la niñez.

Una cantidad casi igual (32,8%) dice que le “da flojera”.10 Ya está: 65,7% de los que no leen es porque no les gusta o les da flojera. Este par de respuestas señalan la dirección hacia donde deben orientarse los esfuerzos públicos y privados para fomentar la lectura.

La tercera razón más repetida para no leer —como se aprecia en la siguiente figura— es “porque los libros y las revistas cuestan mucho dinero”. Así lo expresó 28,2%. Esta respuesta plantea varias preguntas. Una obligada es si la baja tasa de lectura en México es una expresión más de la desigualdad socioeconómica.

Para empezar, el argumento económico para no leer aparece en tercer lugar, lo que relativiza su impacto. Un dato más a tomar en cuenta es el que ofrece en otro lugar la propia encuesta: en la parte correspondiente a leer o no leer libros, el estudio estratifica a los entrevistados por sexo, edad, escolaridad e ingreso mensual. De los que leen, el rango más alto (59,5%) se ubica entre quienes tienen un ingreso de nueve salarios mínimos o más y el más bajo (37,8%) entre los que apenas alcanzan un ingreso de entre uno y dos salarios mínimos. En el conjunto de los que no leen, se registra algo similar: el porcentaje mayor (26,5%) está precisamente en el segmento de quienes ganan de uno a dos salarios mínimos; mientras que en el que tiene ingresos de nueve o más salarios mínimos se ubica apenas 8,1% que reconoce no leer.11

Razones por las que no se lee, o no se leería, según edad, género y escolaridad.

¿Qué conclusiones se desprenden de todo ello? En principio, admitir que a partir de esos datos es precipitado hacer juicios concluyentes; además, reconocer la enorme tentación de sobredimensionar esta variable en la explicación general del problema. Incluso estimaciones conservadoras aceptan que más de la mitad de la población en el país se encuentra en situación de pobreza, pero entre quienes reconocen “no leer” apenas 26,5% lo justifican por esa razón.

Desde luego, el factor económico incide no sólo por el costo de libros y revistas —como lo registra la encuesta— sino por las condicionantes de la práctica lectora. Alguien que no gana más que 129,52 pesos (dos salarios mínimos) al día probablemente no disponga de condiciones que propicien y alienten la lectura, tal vez no tanto como alguien con ingresos diarios de 582 pesos o más (nueve salarios mínimos).

Pero esta variable puede o no ser determinante, quizá no más que los hábitos tempranos de cada persona. Habría que matizar cuando se pondera el factor socioeconómico en una práctica tan singular como la lectura.

Roberto Carlos Hernández López
Profesor de la UNAM y Director General de Grupo Consultor Interdisciplinario SC (GCI).

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