Existe, aun hoy en día, un debate muy intenso sobre el impacto de las Tecnologías en la Educación. Algunas voces claman de manera muy intensa la urgencia de que nuestros niños tengan acceso a computadoras, sin contemplar la dimensión del sistema educativo. Como si las tecnologías per sé, fuesen las que mejoraran la calidad educativa.
Existen otras voces, en cambio, que satanizan la tecnología en el aula. Se refieren a ella como un distractor de la labor educativa, como una herramienta que no propicia el aprendizaje y buscan desterrarla a aulas de cómputo aisladas, en donde lo que se aprende está limitado al uso de herramientas que ayuden a presentar mejor las tareas escolares.
Asimismo, diversos grupos consideran la política de comunicaciones como una cuestión de derechos fundamentales. El etiquetar el acceso a las tecnologías como un derecho no garantiza, en sí mismo, el acercar las tecnologías a todos los sectores. Sin embargo, a nivel internacional, el enmarcar el acceso a las tecnologías como un derecho fundamental sí genera un debate para asegurar que se lleven a cabo las acciones necesarias que permitan el acceso de todas las clases sociales.
En la realidad, la política de comunicaciones no es considerada aún un derecho fundamental, por lo que en la mayoría de los países se resuelve mediante regulaciones entre gobiernos y empresas. El punto fundamental es que el hecho de no atender las inequidades en el acceso a la tecnología entre grupos históricamente privilegiados y aquellos que tradicionalmente han sido los más limitados, resultará en diferencias aún mayores entre los que tienen acceso y los que no desarrollarán las habilidades necesarias para utilizarla.
Nadie tiene claro aún cómo serán los empleos, por los que tendrán que competir los alumnos que se encuentran hoy en día en las escuelas. La sociedad de las habilidades del siglo xxi plantea que cada vez más, se requerirán habilidades para poder trabajar en un organizaciones planas, no jerárquicas, descentralizadas, multifuncionales. En éstas, las personas tendrán que tener una visión global, ser auto-administrados, multilingües, con una gran autonomía. Los empleos que tienen mayor crecimiento en su demanda a nivel internacional son los relacionados con el desarrollo tecnológico, el apoyo a los adultos mayores y en ciencias de la salud.
En México se está planteando una Reforma Integral que ayude a preparar de una manera más congruente con el entorno internacional, a nuestros alumnos.
El salón de clase empieza a transformarse en muchas cosas, pero no es en sí, la tecnología lo que genera un cambio hacia la mejora educativa. No son las animaciones con extraordinario diseño gráfico lo que genera el aprendizaje. Tampoco lo son las computadoras, ni las pizarras electrónicas. El cambio viene de una dinámica diferente que se fundamenta en un diseño de las actividades que van a permitir hacer que los contenidos sean más valiosos, más pertinentes, más entretenidos. El aprendizaje debe de explotar las habilidades de cada estudiante, de manera individual y de manera grupal, buscando enriquecer a todos los participantes en el proceso educativo (supervisores, directivos, maestros, padres de familia y alumnos).
El aula nueva no “elimina” los materiales tradicionales. Es un entorno con maestros que no tienen todas las respuestas, con libros variados que son consultados por los alumnos en sus investigaciones, pizarras electrónicas que permiten explicar de una manera más sencilla las cosas, con acceso a Internet con una capacidad suficiente para el manejo de materiales multimedia para la interacción con los alumnos, con acceso a equipos de cómputo, con una diversidad de materiales (laboratorios, sensores, globos terráqueos, rotafolios, mapas), mesas flexibles (para trabajo en equipo, trabajo individual, lectura), donde el objetivo fundamental es despertar la curiosidad de los alumnos y lograr el aprendizaje. Los alumnos trabajan en equipo en proyectos desafiantes, haciendo preguntas entre pares, revisando el trabajo de cada uno y referenciando nuevas fuentes de información.
La tecnología, entonces, es un componente fundamental, pero no viene a reemplazar a los demás. Es igual de importante que los materiales para dibujar, que los mapas, que las canchas de deporte y que todos los materiales que conocimos en nuestro pasado. La diferencia no radica en tener una computadora en el aula. La diferencia radica en hacer que el niño aprenda mejor, mientras desarrolla una gran seguridad en sí mismo, se expresa sin miedo a que sus ideas sean criticadas y cuestiona lo que le es presentado.
El mundo en la actualidad no puede imaginarse sin tecnología. La educación, de igual manera, no puede concebirse sin tecnología. Sin embargo, al igual que el mundo no es sólo tecnología. El aula, que es un reflejo del mundo, no puede ser sólo tecnología.
El maestro es fundamental en este proceso. Se requiere de maestros más abiertos a permitir dinámicas participativas que implican escuchar y modificar constantemente sus planes de clase. Implica el intercambio de ideas con otros maestros que ofrezcan nuevas estrategias para educar. Esto es el motor de la educación de nuestros días.
La currícula oficial se convierte en la currícula del alumno, de acuerdo a lo que el maestro puede detectar con ayuda de herramientas de evaluación, de los contenidos oficiales y de los contenidos disponibles (por terceros, por la propia comunidad de maestros y por el mismo docente). Para que esta dinámica pueda darse, se tiene que resolver de manera clara qué es lo que se busca enseñar, quién va a desarrollar el aprendizaje, cómo se va a desarrollar el aprendizaje, qué contenidos se van a utilizar y cómo se va a comprobar que el aprendizaje se logró.
En este sentido, la tecnología ocupa un lugar fundamental dentro del aula, pues además de permitir la entrega de una gran cantidad de contenidos con posibilidades multimedia muy enriquecedoras, permite el almacenamiento de una gran cantidad de información que, además, puede ser procesada para determinar perfiles diferentes de aprendizaje, de enseñanza, historiales y eficiencias. El lograr automatizar los procesos de recolección de información de la comunidad educativa, sin duda, puede apoyar a tomar decisiones mucho más efectivas para la mejora educativa y un mejor uso de los recursos educativos para formar mejores ciudadanos.
La infraestructura tecnológica en el Sistema Educativo debe considerar entonces acceso a Internet en todas las escuelas; es- quemas de acompañamiento para los maestros que les faciliten la transición del modelo pedagógico; contenidos educativos oficiales que marquen los enfoques y estándares curriculares; herramientas de evaluación que permitan comparar los avances entre escuelas, maestros y alumnos, así como detectar áreas de oportunidad que fortalecer el proceso educativo; contenidos abiertos propuestos por la industria; contenidos de la propia comunidad de maestros y alumnos, que enriquezcan la dinámica en las aulas; y, equipamiento que permita que todos los niños en primaria y secundaria puedan utilizar una computadora para el desarrollo de sus habilidades y la formación de entornos colaborativos.
Es nuestro momento para hacer los cambios que permitan que el crecimiento de nuestro PIB venga con una distribución más equitativa. ¿Podremos dar a nuestros hijos las habilidades necesarias para competir en ese mundo que les espera? Habilidades Digitales para Todos puede ser un buen inicio en el logro de este sueño.