México enfrenta una terrible paradoja, por un lado ha empleado mucho tiempo para interiorizarse sobre cuáles son sus problemas, y las causas de ellos, y por el otro hace poco o nada en la dirección por él mismo definida para resolverlos.
Tal es el caso de la educación nacional. A todos nos queda claro que la educación en México, inmersos ya en el siglo XXI y los enormes retos que presenta, está muy lejos de ser la que se requiere, pero hemos demostrado, a lo largo ya de mucho tiempo, una tremenda apatía para hacer lo que necesitamos para actualizarla.
No hay campaña política en la que el tema educativo no tenga el mayor de los pesos, pero en cuanto se obtiene el poder lo que se consideraba inversión necesaria se convierte en pesada carga, la que fue señalada como la mayor prioridad, se torna en un programa entre muchos que busca defenderse con logros sólo validados, en el mejor de los casos, con argumentos programáticos.
Desde 1993, cuando se firmó el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, convenio que por cierto fue impulsado por el SNTE, lo poco que se ha intentado en la materia ha sido de corto plazo, frecuentemente burocrático y siempre carente de dimensión histórica.
Y es aquí donde ubicamos la primera de las razones de la convocatoria que el SNTE ha desplegado para realizar el IV Congreso Nacional de Educación: que coloquemos el tema educativo en el centro del debate nacional, si de verdad, como todos reconocemos, la educación mexicana ya no es la que queremos; que es la educación la mejor de las vías para superar estructuralmente nuestros problemas y que a todos nos compete participar en su transformación, pues entonces debatamos acerca de cómo vamos a actualizarla, qué queremos de ella y, lo más importante, qué pone cada cual y todos en conjunto para lograrlo.
Por eso, la Convocatoria al IV Congreso Nacional de Educación del SNTE está dirigida no sólo a los expertos o involucrados directamente en el tema, sino a la sociedad en su conjunto, conscientes de que una gran parte de ella está interesada o motivada por la educación, y que tienen mucho qué decir con respecto a ella.
Este debate es aún más oportuno cuando un nuevo gobierno federal empieza su gestión y está por integrar el Plan Nacional de Desarrollo que normará su desempeño.
La segunda razón está en la esencia fundacional del SNTE.
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación surge no sólo como garante de los legítimos intereses laborales y gremiales del magisterio, sino como parte del compromiso central que la Revolución Mexicana y su régimen político asumió con una educación laica, gratuita, obligatoria y al servicio del pueblo.
Cuando surge el SNTE, los índices nacionales en materia educativa tenían rasgos medievales, los cuales son revertidos por el esfuerzo consistente de muchos gobiernos que colocan a la educación en el centro de sus prioridades, y por un esfuerzo magisterial que asume su misión como un verdadero apostolado.
Por ello, cuando se critica que el SNTE se asuma corresponsable con su materia de trabajo, la educación, no sólo se pretende ignorar sus razones fundacionales, sino que se soslaya que son los maestros no sólo los que más saben y conocen de educación, sino los que tienen en sus manos, en cada espacio del país, todo el tiempo, la formación de las nuevas generaciones de mexicanos. Si recordamos que fue la mexicana una de las sociedades de mayor crecimiento demográfico en el mundo durante el siglo XX, y que ello requirió de un esfuerzo humano y fis- cal sin precedente, pues entonces la tarea del SNTE se comprenderá mucho más fácilmente, ya que todo ello se sustentó en una organización sindi- cal sólidamente soportada por una base gremial en constante expansión.
De ahí que al SNTE no sólo le corresponda opinar sobre la educación como parte coadyuvante y corresponsable de todo lo que en su espacio se realiza, sino que teniendo claras las enormes transformaciones que el sistema educativo reclama, y que sin duda requerirán de una reestructuración de las relaciones laborales entre el gobierno y los maestros, da respuesta a una evidente disyuntiva: o se hace la reforma educativa con los maestros de México o -como lo reconociera el presidente Felipe Calderón el pasado 6 de febrero, cuando el SNTE lo visitó por primera vez- ésta carecerá de viabilidad.
La tercera razón está en lo que esperamos obtener del IV Congreso Nacional de Educación y que está motivado por la responsabilidad que el SNTE asume con su materia de trabajo, por el compromiso que hiciera con el gobierno de la república y por el profundo respeto que le merece la sociedad mexicana, la cual exige un cambio profundo en materia educativa.
Entre los simplismos que con frecuencia se emplean para abordar el análisis de la educación en México, hay dos que por su recurrencia, no por su validez, resulta necesario abordar.
La reforma educativa se hace con los maestros de México o ésta carecerá de viabilidad
El más socorrido es el referido a que es el SNTE el principal obstáculo para impulsar las reformas que el sistema educativo nacional necesita, argumento que se pretende sustentar en que son los intereses establecidos los que alientan esta resistencia.
En primer lugar, ha sido el SNTE el que más iniciativas trascendentes ha impulsado en el campo de la educación, por lo menos en los últimos 20 años: el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, la Carrera Magisterial, el Acuerdo Social para la Calidad de la Educación, Escuela Segura, la obligación constitucional del 8 por ciento del PIB para la educación, la obligatoriedad de la educación preescolar, la federalización de la educación básica, sólo por citar las más significativas.
Además, es evidente que cualquier transformación que sufra el sistema educativo se tendrá que reflejar en una adecuación de las relaciones labora- les, por lo que el argumento de que el SNTE es el que se resiste al cambio para preservar sus intereses resulta falaz, toda vez que no habría, no podría haber daño alguno, ya que toda con- versión tendría que procesarse de cara al legítimo derecho de los maestros.
El otro argumento recurrente es que el maestro, y por extensión el sindicato que lo agremia, es el causante de la mala calidad de la educación.
Sin dejar de reconocer que la calidad de la educación nacional no es la correcta para nuestro nivel de desarrollo, expectativas y potencialidad, resulta pedestre un juicio como el que se menciona.
La calidad de la educación es el resultado de la conjugación de múltiples factores que en ella inciden, y que van desde el nivel nutricional del alumno, el compromiso y participación de los padres de familia en el proceso educativo, la infraestructura educativa y su equipamiento pedagógico, las condiciones y características del medio circundante, los correctos sistemas de evaluación y, también, la calidad y compromiso del maestro, pero de ninguna manera sólo eso.
Ya en las etapas escolar, seccional y estatal que el IV Congreso Nacional de Educación ha cumplido, y en espera de que en sus conclusiones en la próxima etapa nacional se profundice, se percibe un serio intento por enfrentar el problema educativo de una manera integral y tan a fondo como sea necesario.
Las propuestas del IV Congreso Nacional de Educación dejarán muy claro, una vez más, que no es ni ha sido el SNTE el responsable de que el sistema educativo se haya convertido en un aparato obsoleto, carente de criticidad y con serios déficit de calidad y pertinencia.
Aspiramos a que el congreso del SNTE contribuya a dimensionar el problema educativo del país y a que aporte soluciones viables para que recuperemos el indispensable compromiso social en favor de la educación, sin el cual todo esfuerzo en este campo, además de insuficiente, carecerá de sentido.