La pandemia de COVID-19 implicó múltiples cambios en los hogares, entre otros, el traslado forzado de las actividades escolares al seno de las dinámicas familiares. La situación está lejos de ser tersa y serena. Por el contrario, ha generado conflictos y avivado discusiones sobre la ineludible colaboración entre ambas instituciones sociales en la enseñanza, así como sobre el aporte de las escuelas al desarrollo y formación de las comunidades en su conjunto.
Con el propósito de analizar algunas de estas tensiones, en las siguientes páginas se exploran cinco de ellas:
1) actividades laborales versus actividades escolares;
2) dedicación al estudio versus carencias en el hogar;
3) armonía familiar versus violencia;
4) demandas de la escuela versus apoyo académico familiar, y
5) control escolar externo versus autorregulación. Se advierte que dichas tensiones no son resultado de la pandemia, sino que se agudizaron en el confinamiento.
TENSIÓN 1. ACTIVIDADES LABORALES VERSUS ACTIVIDADES ESCOLARES
Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del cuarto trimestre de 2019 (INEGI, 2020), la tasa de ocupación laboral del agregado de las ciudades fue de 96 por ciento. En ese mismo trimestre, la tasa de informalidad laboral fue de 45.1 por ciento; este porcentaje representa a la población ocupada que en materia laboral es vulnerable por la naturaleza de la unidad económica para la que trabaja, ya sea por la falta de acceso a la seguridad social o de reconocimiento por su fuente de trabajo. Estos datos permiten visualizar posibles escenarios que viven las familias ante la pandemia, dependiendo de su condición laboral, ya sea formal o informal.
El desigual acceso al derecho al trabajo ha marcado grandes distancias, incluso entre aquellos que participan en el campo laboral formal. Para quienes siguen yendo a sus centros de trabajo —ya sea porque se trata de actividades imprescindibles o por la mezquindad de sus empleadores—, el cuidado de los menores y más aún el seguimiento de las actividades escolares se aprecia como una empresa imposible, situación que se agrava si se carecen de redes de apoyo. Por otra parte, los que trabajan desde casa enfrentan dificultades para armonizar tiempos y demandas laborales, familiares y escolares, lo que puede provocar frustración, altos niveles de estrés y un franco desgaste físico y emocional.
Para el caso de aquellos sectores sociales que sobreviven del campo laboral informal —quienes representan al cuartil I del nivel socioeconómico—, la problemática ha sido más dramática. Muchas de las personas que trabajan en este sector han visto reducidos sus ingresos por el confinamiento de sus clientes. Si además no pueden desempeñar sus labores porque tienen que hacerse cargo de sus hijos, sus ingresos disminuyen drásticamente. En este escenario, el apoyo que brindan para el cumplimiento de las actividades escolares difícilmente puede explicarse si no es como resultado de la resiliencia y el valor que las propias familias le dan a la educación.
TENSIÓN 2. DEDICACIÓN AL ESTUDIO VERSUS CARENCIAS EN EL HOGAR
Después de casi un mes de inactividad escolar debido al distanciamiento social por la contingencia sanitaria, el 20 de abril la SEP desplegó el programa “Aprende en casa” para educación básica, el cual integra una serie de recursos y materiales transmitidos por televisión y en línea. La posible eficacia del programa se ancla en el acceso y uso de tecnologías de la información.
Sin embargo, datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares, 2019, ponen en duda su universalización en el territorio nacional. En 2019, 44.3 por ciento de los hogares contaban con computadora, 56.4 tenían acceso a internet y 44.6 de los usuarios utilizaban la computadora como herramienta de apoyo escolar. Por su parte, la proporción de hogares con televisión fue de 92.5 por ciento y aquellos con acceso a televisión de paga representaba 45.9 por ciento. El catálogo de actividades previstas por el programa “Aprende en casa” deja de lado a 1 de cada 2 niños, niñas y adolescentes que no tienen acceso a internet en el hogar, restringiendo las actividades a las programadas por la televisión educativa.
Otros datos que ilustran las desigualdades en que opera este programa saltan a la vista cuando se observan indicadores de carencia social medidos por el CONEVAL. En 2018, en México 11.1 por cierto de la población carecía de calidad y espacios para la vivienda, y 19.8 mostraba falta de acceso a los servicios básicos: agua, drenaje, energía eléctrica y uso de leña o carbón sin chimenea para cocinar; privaciones más acentuadas en Guerrero, Oaxaca y Chiapas. En estas circunstancias, el programa será incapaz de atender con equidad y justicia a los sectores más desfavorecidos. Por esto, los maestros, ya sea por iniciativa propia o integrados en colectivos, han buscado alternativas, haciendo uso de los recursos disponibles.
“Aprende en casa” ha sido blanco de múltiples críticas. Las más reiteradas han sido la falta de equidad en su despliegue, el uso exacerbado de recursos tecnológicos y la densidad de las actividades y tareas que deben realizar los niños, las niñas y los adolescentes. Asume que todos los hogares poseen condiciones para el estudio; por ejemplo, contar con un lugar para realizar las tareas y concentrarse en ellas, lo cual es más complejo en barrios marginales y asentamientos informales, donde es frecuente el hacinamiento.
En síntesis, el programa estima cierto principio de homogeneidad, distante de la construcción de ambientes de aprendizaje adaptativos, incluyentes y colaborativos. La sep se ha empeñado en afirmar que el programa se caracteriza por su diversificación; sin embargo, no rendirá frutos si no se prioriza la atención con equidad de los grupos más vulnerables.