A efecto de ser más didácticos en este tema es útil recurrir a algún dicho popular cuya sabiduría a veces es más elocuente que las sesudas conclusiones y recomendaciones de los “dizque” gurúes televisivos de la educación o de los organismos intrusos en temas educativos.1 Eneducación “no hay que confundir la gimnasia con la magnesia”, con lo cual quiero traer a colación lo que en algún otro texto ya apuntaba relacionado con la lamentable confusión de ámbitos en el sector educativo, e insistir en que sólo cuando el foco de la acción del sistema educativo se centre en el aprendizaje, superaremos los actuales niveles de calidad educativa.
Para ejemplificar a qué me refiero recurriré a una analogía con el sector salud, en la que es claro que ni mandando capacitar a los mejores centros
de formación médica a la totalidad de nuestros galenos; ni construyendo y/o equipando con los instrumentos más avanzados de la medicina moderna a nuestros hospitales; ni instrumentando una profunda reforma del sector salud; ni por ende, evaluando permanente y profundamente a todos los médicos cada semestre, cada año, bianual o quinquenalmente; ni con todo lo anterior se curará el Alzheimer, el sida, el asma, el ébola, la gripe, el resfriado, la polio, la diabetes, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, el lupus u otros padecimientosque hasta el momento son incurables. Si bien es cierto que las acciones citadas en algo pueden ayudar a la cura de estas enfermedades, no existe evidencia empírica, ni científica de que sea así y es más probable que sea en el ámbito de la ciencia e investigación médica en el que se encontrará la cura.
El verdadero y único cometido del desempeño docente y de toda la acción educativa es lograr que los alumnos desarrollen los aprendizajes, habilidades o competencias esperados.
En educación sucede lo mismo, ni la capacitación, construcción de escuelas, dotación de equipos, reformas administrativas y/o laborales como la actualmente mal llamada “reforma educativa”, como tampoco la evaluación de los docentes ocasionarán por sí mismas que mejore la educación. Esto sucederá sólo cuando se actúe en la ciencia y en la investigación educativas. Dicho de otra forma, “mientras no se atienda prioritariamente” los dos principales componentes de la ciencia educativa, la pedagogía (qué se enseña) y la didáctica (cómo se enseña), es muy probable que no se avance, sin importar que se evalúe (o no) a los docentes.
Lo anterior no sólo debe funcionar en lo declarativo (artículo tercero constitucional), sino más allá, con el currículo oculto, con aquello que se enseña día a día en el salón de clases y con las orientaciones que el sistema da a los centros educativos sobre lo que es importante en educación.
Todo pareciera que ha cambiado de foco, de lo sustantivo a lo instrumental, que si bien es indispensable para el acceso a los bienes de la cultura —como el lenguaje y la matemática—, distan mucho de reflejar los aspectos más finos y relevantes de la educación de calidad como formadora de individuos críticos y constructivos que sean un aporte a su familia, sociedad y entorno.
El segundo mito, muy relacionado con lo anterior, es el gran peso o valor que a la evaluación docente se le ha dado en últimas fechas, por encima del objeto mismo de la educación: los aprendizajes. Hablar de evaluación docente y de enseñanza de forma independiente o aislada del aprendizaje, es tanto como lo que dice otra máxima popular: “Poner la carreta delante de los bueyes”.
El verdadero y único cometido del desempeño docente y de toda la acción educativa es lograr que los alumnos desarrollen los aprendizajes, habilidades o competencias esperados, lo demás es retórica, en el peor de los sentidos de la palabra.
La evaluación de la educación en México se ha transformado en un fin en sí mismo, no en una herramienta para la mejora educativa.
En ese orden de ideas, según toda la investigación educativa, la variable
que explica en mayor medida la diferencia de los resultados de los alumnos en pruebas estandarizadas, en países con alta diferenciación o inequidad social como el nuestro, no es el desempeño docente, sino el capital cultural de los alumnos, cuyo principal predictor es el promedio de años de escolaridad de los padres. Nuestro problema pasa entonces más por el acceso y permanencia de la población en el sistema educativo a lo largo de toda su vida que por la evaluación docente. Mientras no se atiendan las otras variables del desarrollo social que tienen postrado al país con alrededor de 55 millones de pobres, con millones de los llamados “ninis”, con un rezago educativo del orden de los 32 millones de mexicanos mayores de 15 años de edad que no han concluido su educación secundaria, no avanzaremos en materia educativa, se evalúe (o no) a los docentes.
Ahora bien, en el ámbito de la evaluación existen distorsiones y situaciones perversas que no aportan a un mejor uso de los resultados, tales como la ausencia de un “para qué” de la misma, que se exprese claramente, sea definido de antemano y se siga por la sociedad, a efectos de que la evaluación misma se evalúe. En México aun cuando desde la década de los setenta existe una Dirección General de Evaluación, y desde finales de la década de los ochenta se iniciaron los primeros esfuerzos de evaluación sistemática, masiva y estandarizada,2 es hasta 2003, con el surgimiento del INEE, que se dota al sistema educativo de un cuerpo institucional con cierta autonomía y de alta especialización en materia de evaluación educativa, pero su existencia lamentablemente no se traduce en mejora alguna de los rendimientos educativos del país, los cuales —medidos por distintos organismos internacionales independientes— han mostrado invariablemente resultados mediocres, sin cambios significativos a lo largo del último cuarto de siglo. Dicho de otra forma, la evaluación de la educación en México se ha transformado en un fin en sí mismo, no en una herramienta para la mejora educativa. No existe evidencia dura, científica, ni empírica de que todo lo invertido en evaluación educativa en el país sirviera para elevar la calidad educativa de la nación (IDANNIS, Carrera Magisterial, INEE, EXCALE, ENLACE, PISA, LLECE, TIMSS, IALS, etcétera).
Es importante que los maestros logren aquello para lo cual han sido contratados y por lo que el país paga sus salarios: los aprendizajes de sus alumnos
Un indicio de que están desvinculadas la evaluación educativa,
de su mejora, es la falta de relación entre esta última y los procesos de capacitación docente. A los maestros se les ofrece un conjunto de instrumentos de capacitación que poco o nada tienen que ver con aquello que les hace falta en su desempeño diario y los resultados que obtienen. La capacitación docente en el pasado no se vinculó con aquellos aspectos que sus alumnos no lograban dominar, tema que he tratado con mayor profundidad en otros textos.3 Es necesario que se entienda que la evaluación de cualquier profesión debe tener relación con los objetivos no alcanzados. Dicho de otra forma, si bien es importante que los docentes conozcan las leyes, reglamentos, circulares, procedimientos, escuelas y teorías, es más importante que logren aquello para lo cual han sido contratados y por lo que el país paga sus salarios: los aprendizajes de sus alumnos. No tiene ningún sentido que los docentes sepan los contenidos de circulares, reglamentos, procedimientos, etcétera, si sus alumnos no aprenden lo que deben aprender. Dejémonos de distorsiones y distractores, hay que poner en el centro de las prioridades del sistema educativo nacional a los aprendizajes; que los niños aprendan, al menos, los conocimientos esperados, que desarrollen las habilidades deseadas y que se empoderen de las competencias postuladas por el currículo que corresponda al grado que cursan, lo demás no es superfluo, pero no es sustantivo.
NOTAS
1 Por ejemplo: el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuya actividad es, como su título lo dice, “bancaria” y no educativa, o como la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que igualmente
su objeto es lo económico y no lo educativo.
2 En 1989 se inicia la evaluación sistemática, estandarizada
y masiva de los aspirantes a ingresar a la educación secundaria en
16 ciudades capitales del país, incluyendo el Área Metropolitana
de la Ciudad de México (amcm), por medio del sistema automático de inscripción y distribución y utilizando el instrumento denominado idannis.
3 “Una ecuación no resuelta: evaluación educativa más capacitación docente igual a mejor calidad de la educación”, J. C. Palafox, Realidades y Prospectiva Educativa, Juan Díaz de la Torre (Compilador), Tomo 2, 2013, pp 149-187.