La doctora es profesora titular de Embriología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizó su posgrado sobre diabetes y obesidad en la Universidad de Harvard, con una clínica de diabetes tipo dos en el Joslin Diabetes Center, en Boston. Es médico investigador en Ciencias Médicas, Nivel “C” del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y actualmente labora en el departamento de Nutrición y Bioprogramación del Instituto Nacional de Perinatología (INPER).

AZ: ¿Qué debe entenderse por sobrepeso y obesidad infantil?

Ana Lilia Rodríguez Ventura (ALR): Es el exceso de peso a expensas de tejido graso. La forma de diagnosticarlo es muy importante. Cuando un menor llega a su consultorio, los pediatras o médicos generales tienen que graficar su peso y talla para calcular el Índice de Masa Corporal, de acuerdo a las gráficas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si están en percentil 85 hablamos de un niño con sobrepeso y si se ubica en 95, se trata de un caso de obesidad. Es vital que los médicos alerten a los padres si sus hijos registran sobrepeso u obesidad.

AZ: Como sabemos, la obesidad es un grave problema de salud pública en el país. ¿Cuáles son sus consecuencias en la salud de la población infantil?

ALR: Las complicaciones asociadas son di- versas. En sí misma, la obesidad es un estado crónico que afecta gradualmente los órganos. Es importante que la gente entienda que no sólo es un factor de riesgo sino una enfermedad. La acumulación elevada de grasa en el abdomen está asociada, por ejemplo, con otras complicaciones como una mayor frecuencia de asma, apnea obstructiva del sueño que es cuando se deja de respirar por breves momentos y eso genera que tengan hipoxia, es decir, poca oxigenación en el cerebro. Los niños serán de lento aprendizaje, poco activos y mostrarán cansancio constante, entre otros síntomas. La obesidad infantil está asociada también a la hipertensión arterial o prediabetes. Lo más grave es que la diabetes tipo 2, una enferme- dad que dura toda la vida y que se registra después de los 45 años de edad, se ha incrementado en los niños.

Antes de los noventa, de cada 100 niños con síntomas de diabetes, sólo 2% padecía del tipo 2. Ahora se ha incrementado en 8,45%. Este padecimiento, que no manifiesta síntomas en el caso de los niños, se adelanta por la obesidad en la población infantil.

AZ: A través de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), se ha establecido que cada vez hay más niños obesos. Desde su perspectiva como especialista, ¿cómo llegamos a esta situación?

ALR: Hay mucho sedentarismo. Crece el número de niños que pasan mucho tiempo en los videojuegos, el Internet o el celular, en detrimento de la actividad física. La die- ta cada vez es peor y se abusa de la comida procesada, en particular de los alimentos “chatarra”. Se conjuntan elementos que hacen más evidente el problema de la obesidad infantil. Influyen también los hábitos, por ejemplo, que no desayunen. Está demostrado que saltarse comidas hace que se acumule más tejido graso pues el metabolismo se hace lento.

AZ: ¿Estos factores disparan las cifras de la diabetes 2 en la población infantil?

ALR: Sí, a mayor obesidad aumentan los riesgos de tener la glucosa alterada en rangos de diabetes o prediabetes y en este caso los médicos tienen que alertar a los padres pues es cuestión de meses o años para que evolucione a una diabetes tipo 2.

AZ: En la actualidad resulta “usual” ver familias completas, padres, adolescentes, niños e inclusive bebés con obesidad. ¿Aplica la relación de padres obesos, hijos obesos?

ALR: Es cierto que hay genes que predisponen, pero lo más importante es el modus vivendi. Si los padres padecen obesidad seguramente que les enseñarán a sus hijos a comer mal, con dietas no balanceadas, excesivas en calorías y azúcares refinados, no acostumbrarán a sus hijos a ejercitarse y sí a saltarse comidas.

AZ: De acuerdo a su experiencia, ¿qué le ha llamado más la atención con relacion a esta enfermedad y con la actitud de los padres?

ALR: Nosotros hemos hecho una investigación cualitativa. Encontramos que los padres tienen un gran desgano. Están tan cansados de trabajar, de perder tiempo en el transporte, que —aún cuando entienden perfectamente nuestras recomendaciones sobre lo que es una comida sana— manifiestan que no les es posible ajustarse a una dieta sana y que sus hijos se ejerciten. Es necesaria una gran promoción para que la gente cambie su estilo de vida. Deben encontrar la manera de organizarse para que en sus hogares exista siempre comida saludable, sobre todo frutas y verduras. Los niños consumen dos tazas de verduras, si acaso, a la semana, cuando debe de ser tres veces al día.

La alimentación que los padres ofrecen a sus hijos es muy mala. En el programa de prevención de diabetes, de los niños que nos llegan con sobrepeso u obesidad, 25% de los padres tienen diabetes. Si los niños siguen ese camino, a la edad de 30 años, o antes, padecerán diabetes. Por eso es muy importante que las familias cambien sus hábitos alimenticios. Los padres comienzan a interesarse cuando se ha manifestado una enfermedad asociada con el sobrepeso u obesidad en sus hijos.

AZ: ¿Qué le sugiere a los padres de familia en cuanto a la promoción de una dieta saludable?

ALR:Lo más importante es asegurar que todos los integrantes de la familia consuman tres tasas de verdura al día y, al menos, dos tasas de fruta. Lo segundo es evitar la comida chatarra (refrescos, galletas, alimentos fritos). El consumo de vegetales y fruta durante toda la semana se compensa con algún pastelillo el fin de semana. Al menos los fines de semana los padres de familia pueden salir a correr o a jugar con sus hijos. Esto, aparte de favorecer la unión familiar, ayuda a que se ejerciten dos días. Es necesario educar a los niños en torno a una alimentación saludable. Esa es una tarea de la sociedad en general, padres de familia y médicos.

Nota publicada originalmente en septiembre 2015 en OBESIDAD Y SOBREPRESO INFANTIL – UNA PROBLEMÁTICA DE SALUD

Jorge Elías González

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