Esto es una diferencia con los canales del IPN y la UNAM con los que ahora se pretende trabajar, cuyas señales no llegan a todos los estados de la República mas que a través de sistemas de televisión de paga, y aunque 95 por ciento de los hogares en México cuentan con un receptor de televisión, no necesariamente tienen acceso a este servicio.2
Además, merece señalarse que las clases en televisión se han convertido en la exposición de un docente frente a la pantalla, con un dictado de preguntas al final de la clase, tan apresurado que incluso es difícil tomar nota de ellas.
La preocupación que ha orientado todas estas decisiones es “salvar” el año escolar, no necesariamente analizar las opciones de aprendizaje que esta circunstancia ofrece a los alumnos, sino cumplir el currículo formal y calificar a los estudiantes. El secretario de Educación hace constantes referencias a que el manejo de los contenidos curriculares tenía un avance significativo antes de la suspensión de actividades. El modelo que subyace en el sistema educativo mexicano es la escolarización. La escuela, distante de la sociedad, distante de la realidad, es incapaz de reformarse a sí misma; sigue trabajando con base en el mito de “salvar el curso”.
Pero entonces, ¿cuál es el gran problema al que se está enfrentando el sistema educativo mexicano? A que el sistema y la sociedad no saben qué hacer con la escuela. Hemos convertido a esta institución en el lugar de reclusión de los niños y adolescentes para que dentro de un horario aprendan un plan de estudios y usen sus libros de texto, no para que desarrollen aprendizajes significativos. Cada vez que se comunica la autoridad escolar, insiste en que las metas del curso escolar se van a lograr, que los aprendizajes previstos se van a cumplir. Los otros saberes, los que la vida está demandando, los que surgen de la necesidad de obtener alimentos para su sustento, de la convivencia cotidiana, de lo que se dice con certeza o error de la pandemia, sencillamente no forman parte de los aprendizajes significativos de la vida del estudiante.
En mi opinión se ha desaprovechado una oportunidad muy importante para abrir una reflexión sólida sobre lo que significa la escuela como un espacio perdido, tema que se podría interpretar desde dos vertientes: por un lado, la pérdida de los estudiantes de su espacio de encuentro, de intercambio y de socialización, y por otro, la pérdida de rumbo de la educación, que ha quedado atrapada en el formalismo del currículo, del aprendizaje, de la eficiencia y de la evaluación; la escuela que se ha olvidado que su tarea es educar y formar, pues se ha centrado en cumplir un horario, en completar todos sus rituales de ingreso al salón de clase, en estar en el pupitre, en tomar los apuntes, traer las tareas y presentar los exámenes. A eso se ha reducido la escuela de nuestros días.
Ya no es el espacio donde el alumno conoce y analiza los problemas de su realidad, ni donde intercambia ideas con sus pares, presenta argumentos, razona, discute e indaga.
La propuesta en el distanciamiento social se ha preocupado por presentar programas digitales y de televisión alineados al currículo, lo que significa perder de nuevo la oportunidad de acercar la escuela a la vida, cuando ésta señala la urgencia de estar presente, cuando la realidad está mostrando que es una circunstancia excepcional para aprender. No se trata de que los alumnos hagan trabajos para presentar sus carpetas cuando concluya la pandemia y aprovechar hasta el 17 de julio para completar los aprendizajes formales del currículo.
Con la pandemia y el alejamiento social, el estudiante perdió la asistencia a su escuela, mientras ésta se muestra a la sociedad como una institución perdida que parece irreformable. No aprovecha la oportunidad para repensarse, mantiene una visión rígida de la escuela y del currículo, sobre todo para la educación básica, y plantea que los contenidos anuales se tienen que cubrir a toda costa y lograr los aprendizajes esperados.
La realidad inédita que vivimos invita a pensar cómo aprovechar esta situación para impulsar otro tipo de aprendizajes y otra forma de aprender. En las redes sociales no sólo se denuncian los problemas relacionados con la dificultad de seguir el curso escolar, también se hace mención, en los casos que se puede tener acceso a internet, de la monotonía con la que se presenta la información. Existe la queja de que en las clases, tanto por internet como por televisión, sólo se dejan lecturas y cuestionarios a resolver por parte de los estudiantes. Madres de familia plantean cómo se ha multiplicado su labor ante las “nuevas responsabilidades que les asignan”; ya no es sólo atender su casa y su trabajo, sino también apoyar a hijos de diferentes edades en las tareas que les solicitan.
La pandemia constituye un momento singular para impulsar el trabajo por proyectos. Los alumnos ya saben trabajar así, sólo que ahora el proyecto tendría que ser un trabajo internivel o intergeneracional; esto es, un proyecto de los estudiantes con sus hermanos, e incluso con algunos adultos que lo rodeen. El título sería “El país ante la pandemia y el aislamiento social”. Diversos temas de las materias que integran el currículo se podrían trabajar vinculadas con este proyecto; de acuerdo con el nivel en que estén inscritos los estudiantes, se pueden formular preguntas generales que lo orienten:
- ¿Qué saben o qué han escuchado sobre la pandemia?
- ¿Cómo está afectando a distintas sociedades del mundo?
- ¿Cómo afecta a nuestro país?
- ¿Cómo afecta a su entorno?
Estas preguntas básicas podrían dar pie a que los alumnos y sus hermanos formulen un proyecto que incluya las diferentes materias que están trabajando. Los estudiantes que están en grados inferiores reportarían lo que alcanzan a preguntarse sobre este tema, mientras los mayores que están en grados más avanzados formularían necesariamente interrogantes más sólidas. Unos explicarían cómo ayudaron a los más pequeños y otros qué ayuda recibieron de los mayores. Podrían abordarse los temas de ciencias: origen de la pandemia, qué son los virus, qué significa contagiarse, cómo se hace una vacuna, desde cuándo se hacen vacunas, y otras explicaciones de acuerdo con el curso que estén realizando en primaria o secundaria. Geografía e historia fácilmente se puede incorporar hablando del porcentaje de población afectada con respecto al total de la población de un país, analizando las principales actividades que se realizan ahí, partiendo, obviamente, de su ubicación geográfica. Matemáticas estará presente tanto en la parte que podríamos denominar conocimientos aritméticos simples (operaciones básicas, porcentajes), hasta el empleo de modelos matemáticos para expresar esos datos en modelos estadísticos e incluso en expresiones algebraicas. La lectura no sería problema, pues acompañaría todo el desarrollo del proyecto.
Se ha desaprovechado una inigualable oportunidad para desescolarizar la educación, para de alguna forma invertir el currículo; esto es, en vez de pensar los contenidos desde su organización en las disciplinas, es poner éstas al servicio de lo que la realidad está reclamando. Esto sería desaprender para aprender.
La propuesta de trabajar con grandes proyectos intergeneracionales no supera la dificultad de comunicarse con los estudiantes en nuestro país. En unos casos (los menos) se haría un trabajo en línea, pero no dejando tareas, sino impulsando actividades reflexivas; en otros casos, podría ser mediante la televisión o el radio, pero siempre pensando en situaciones locales, atendiendo a lo que se dice en los medios formales e informales de comunicación, en las redes sociales de docentes, estudiantes, padres de familia. No se trata de dar clases en línea, se trata de aceptar la realidad como base del aprendizaje de los alumnos. Quizá no se cumpla con todas las tareas previstas en el currículo formal, pero seguramente se impulsarán aprendizajes significativos. La escuela y el currículo pueden aprovechar esta pandemia para cambiar, para trabajar en pro de lo que siempre intentaron hacer: vincular la realidad a la escuela. Tampoco es más sencillo de lo que se está haciendo en este momento, pero es más significativo. Tomemos la palabra de desaprender para aprender, pero con otro significado.
1 México es un país que acumula proyectos fallidos en el uso de tecnologías para la educación básica. Con el presidente Fox, Enciclomedia (quizá el proyecto más serio, pero difícil de operar); con el presidente Calderón, Habilidades Digitales; con el presidente Peña
2 Sólo hasta el 8 de mayo se firmó un convenio con Televisa para que los programas de primaria y secundaria se transmitieran por su señal abierta.
Referencias
Chavéz, A. (2004), “Televisión educativa o televisión para aprender”, Razón y Palabra, núm. 36, primera, http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n36/achavez.html , consultado el 4 de mayo, 2020.
SEP (2020), “Presentación de la Nueva Escuela Mexicana en Línea. Desaprendiendo para Aprender”, https://www.youtube.com/watch?v=JzZ2k9pPdfY&ab_channel=RenatoyelNormalismo , consultado el 6 de mayo, 2020 (video).