Más que un maestro que enseñara, Sócrates era una especie de facilitador del conocimiento, tal como se espera que pueda ser un mentor del siglo XXI.
El filósofo griego Sócrates, quien vivió en del 470-399 a. de C., solía sostener largas conversaciones con sus contemporáneos, generalmente campesinos, artesanos o jóvenes.
Su habilidad consistía en plantear muchas preguntas, a partir de una afirmación, refutaba las ideas, planteaba nuevas premisas, identificaba falsas propuestas, hasta lograr un concepto universalmente aceptado.
Así, las interrogantes planteadas iban llevando poco a poco a sus interlocutores a desgranar las ideas… las verdades salían del fondo del alma a la luz.
Temas como la justicia o la virtud fueron abordados de esta manera, tal vez por eso es motivo de mi inspiración para muchas de mis propuestas de hoy; como el solicitarles a los que me escuchan a que al menos hagan un acto de bondad diario, o más aún, el lema de la Universidad Mesoamericana:
“Unidos en la verdad, el tiempo nos hará JUSTICIA”
Por cierto, esas palabras me las dijo varias veces mi abuelo paterno.
En el libro El banquete -escrito por Platón-, Sócrates, repite las palabras de la sacerdotisa Diotima. Dice que el alma de cada hombre está embarazada y que quiere dar a luz. Sin embargo, este parto no puede llevarse a cabo.
Es precisamente el papel del filósofo el de ayudar dar a luz al alma (mayéutica) y esta luz es la Belleza.
Por su forma de enseñar, pues a través de sus conversaciones ponía en tela de duda todo aquello pasivamente aceptado, fue acusado de impiedad y de corromper a la juventud.
Fue condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Como ciudadano se sintió obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como el suyo, fuera injusta; porque peor habría sido la ausencia de ley.
A la luz de los nuevos conocimientos, hoy podríamos clasificar el método socrático como inductivo, es decir, presentado casos particulares hasta descubrir el principio general que los rige. Se trata de un procedimiento activo, por excelencia, que se utiliza para alcanzar un descubrimiento científico.
Sócrates utilizaba la experiencia de sus interlocutores y la participación en los hechos para realizar un razonamiento. Por ello también podemos decir que su enfoque estaba basado en la psicología del alumno, pues buscaba la motivación del momento, inclinándose más por la intuición que la memorización.
También es activo, pues cuenta con la participación del discípulo, ya que como guía de la génesis del conocimiento, se convirtió en orientador del aprendizaje, buscó la comprensión de los conceptos, no la memorización, y orientó a la búsqueda de la verdad, no su aceptación pasiva.
Todo esto más que una enseñanza, se trata de un verdadero aprendizaje del estudiante. Por eso debemos insistir en redescubrir Sócrates como piedra angular del modelo a seguir para propiciar el aprendizaje del siglo XXI.
Además de interesante plantea una serie de desafíos que vale la pena afrontar ¿o no?
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