El maestro debe ser imparcial, no tener consentidos, ser estricto, jovial y justo. Con frecuencia, muchos docentes se preguntan qué más pueden hacer para motivar a sus alumnos a aprender.
“La formación educativa del siglo XXI debe invitar al estudiante a alcanzar un mayor nivel de descubrimiento de la identidad personal, vinculada con la producción de formas constructivas de vida, a través de las relaciones sociales”, explica el doctor Gilvic Carmona De Jesús, psicólogo en consejería, consultor y diseñador de programas académicos.
Para lograrlo, Carmona recomienda a los maestros utilizar la “Pedagogía del amor” como una herramienta poderosa para el enriquecimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje.
“La Pedagogía del amor promete un efecto motivador en los estudiantes como resultado de la transformación en la coexistencia maestro-pupilo”.
Dice el experto que, los docentes que se ocupan de atender empáticamente las necesidades de sus estudiantes, provocan que estos tengan una mayor confianza en sí, una autodeterminación y la formación de una autoimagen sólida, que redundará en beneficio individual y se verá reflejado en una meta colectiva de aprendizaje.
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