La utilización de la imagen durante y después de la Decena Trágica, tanto de las fotografías de prensa como de los documentales, fue otro “campo de batalla” donde se enfrentaron las fuerzas en conflicto, donde los antimaderistas convencidos, “comprendieron el poder de la imagen y la imagen del poder”, y dejaron actuar a los fotógrafos de prensa para presentar una versión del triunfo.
Así lo indicó la doctora Rebeca Monroy, especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), en el Coloquio La imagen cruenta: Centenario de la Decena Trágica, efectuado en la Dirección de Estudios Históricos (DEH), en el que una veintena de especialistas analizaron la oportunidad con que se publicaron los “destrozos de la metralla” y los documentales que se estrenaron en los cines de la capital, a escasos días del violento golpe de Estado que depuso al presidente democráticamente electo Francisco I. Madero, en febrero de 1913.
Coorganizadora del foro académico, Rebeca Monroy se refirió a las imágenes que circularon durante los “17 meses del presidencialismo ignoto” de Victoriano Huerta, las cuales agrupó en tres núcleos temáticos: La representación visual (fotos, dibujos, grabados y caricaturas) de lo indígena prehispánico y lo mestizo, como un ingenuo afán de halagar el ojo del usurpador, cuya madre era de ascendencia indígena.
El segundo, abarca las fotos que se publicaron en medios impresos de la capital, con los “retratos de los generales ganadores” (Victoriano Huerta, Félix Díaz, Blanquet y Mondragón), y de las manifestaciones de apoyo de los supuestos simpatizantes (diputados y obreros) abarrotando el Zócalo.
La doctora Monroy dijo que el tercer núcleo refiere a “la militarización de la vida cotidiana” que fue registrada en las fotografías publicadas por la prensa, como las mostradas en Revista de Revistas, referentes al desfile del 5 de mayo de 1913, las “juras” a la bandera, así como los retratos del “héroe” acompañado por su gabinete, así como un fotorreportaje de la vida cotidiana del general Félix Díaz, aspirante a la “silla del águila”.
Por su parte, Ángel Miquel, quien ha estudiado la Decena Trágica, por medio de los programas impresos y el reconocimiento de materiales fílmicos, expuso las muestras de indignación que despertó la exhibición de documentales alusivos, estrenados en las salas capitalinas a pocos días del asesinato del presidente Francisco I. Madero.
Al respecto, el investigador de la Universidad Nacional Autónoma del Estado de Morelos, habló de la existencia de por lo menos tres documentales sobre los hechos de armas de febrero de 1913, realizados por cineastas como los hermanos Alva, Salvador Toscano y Enrique Rosas.
Esas cintas, dijo Miquel, registraron los estragos de las batallas: los cadáveres en la vía pública, las calles desoladas y casas incendiadas, la marcha de los ejércitos de uno y otro bandos, pero también agregaron con oportunidad periodística los lugares donde fueron asesinados José María Pino Suárez, y Gustavo y Francisco I. Madero, así como del sepelio de este último, que tuvo lugar el 24 de febrero.
Dichos documentales son: Semana sangrienta en México, de Salvador, Guillermo, Eduardo y Carlos Alva, estrenado el 25 de febrero; Revolución Felicista, de Salvador Toscano y Antonio Ocaña, proyectado el 28 de febrero y un tercer filme, atribuido a Enrique Rosas (que también puede ser una edición corta del material de Toscano), la única que se ha conservado como fue editada.
Ángel Miquel anotó que estas películas fueron exhibidas en los cines de la capital al menos 35 veces, pero también en ciudades como Toluca, Mineral del Oro, Salamanca y Atlixco. En Puebla, La Piedad, Ciudad Victoria y San Luis Potosí, los documentales provocaron la reacción violenta de los maderistas, que lanzaban “mueras” contra el usurpador Huerta. En algunas salas tuvo que intervenir la fuerza pública para aplacar los ánimos de la turba.
En respuesta a “la propaganda cinematográfica y la libertad de los documentalistas”, el gobierno de Huerta publicó en junio de 1913, un reglamento que en la práctica instauró la censura a través de los inspectores del gobierno. “Anteriormente, los inspectores de la capital revisaban la seguridad y el orden en las salas, después del decreto tenían facultades para ver primero las películas y otorgar un permiso por escrito que permitía su exhibición”.
A su vez, el investigador Álvaro Vázquez, de la Universidad Autónoma Metropolitana, se refirió a la reutilización del material fílmico de la Decena Trágica para elaborar cintas de carácter épico tales como Memorias de un mexicano (1950), de Carmen Toscano, y Epopeyas de la Revolución Mexicana (1964), que utilizaron el pietaje de los pioneros de la cinematografía Salvador Toscano y Jesús H. Habitia, respectivamente.
Para los participantes del coloquio La mirada cruenta, es indiscutible el valor documental de la imagen, pues cien años después “podemos comprobar que la Decena Trágica fue un suceso histórico mediático”.
Asimismo, Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología (MNA), se refirió a la prensa afín al porfirismo que azuzó a la opinión pública contra el candidato y, después, presidente electo Francisco I. Madero, pues “crearon un sujeto a modo de sus pasiones e intereses, a un político en campaña en el límite de la candidez y en el colmo de la ingenuidad… Nadie imaginaría que de esto fuera a salir algo bueno”.