El ejercicio docente en México , y en muchas partes del mundo, implica una carga emocional, intelectual y organizativa considerable. A lo largo del ciclo escolar, especialmente en momentos clave como evaluaciones, cierres administrativos o implementación de nuevos planes, puede surgir el estrés laboral, un fenómeno que impacta no solo la salud del docente, sino también la calidad del ambiente escolar y los procesos de enseñanza-aprendizaje.
¿Qué es el estrés docente?
Según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST, España), el estrés laboral ocurre cuando las exigencias del entorno superan la capacidad de respuesta del trabajador. En el caso del personal docente, el estrés suele estar relacionado con:
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Cargas de trabajo excesivas.
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Falta de reconocimiento o apoyo institucional.
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Ambientes escolares conflictivos.
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Exigencias burocráticas desproporcionadas.
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Incertidumbre o cambios constantes en la política educativa.
Un estudio realizado por la Universidad Pedagógica Nacional y el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz encontró que el 68% del profesorado encuestado en educación básica presentó niveles moderados a altos de estrés laboral, especialmente por la sobrecarga administrativa y la presión por cumplir con estándares externos (Muñoz y Ortiz, 2021).
Consecuencias del estrés en docentes
Diversas investigaciones, como las compiladas por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020), señalan que el estrés laboral crónico puede desencadenar síntomas físicos (fatiga, dolores musculares, alteraciones del sueño), emocionales (irritabilidad, ansiedad) y cognitivos (dificultad para concentrarse, disminución en la toma de decisiones), lo cual afecta directamente la práctica profesional.
Además, se ha identificado una relación entre el estrés crónico y el fenómeno del burnout (síndrome de desgaste profesional), particularmente en profesiones del ámbito educativo (Maslach y Leiter, 2016).
¿Qué estrategias sustentadas se pueden aplicar?
A continuación, compartimos algunas estrategias respaldadas por evidencia científica y recomendaciones institucionales que pueden ayudar a mitigar el impacto del estrés en la labor docente. No son soluciones mágicas ni sustituyen atención profesional, pero sí están respaldadas por literatura especializada.
1. Establecimiento de límites laborales realistas
El Manual para la prevención del estrés laboral de la UNAM (2018) recomienda establecer horarios definidos para la planeación, evaluación y trabajo administrativo, delimitando tiempos de descanso y desconexión.
2. Espacios de reflexión colectiva
La NEM promueve el trabajo colaborativo y la comunidad. Estudios de la Universidad Autónoma de Barcelona (Gairín et al., 2019) han demostrado que los espacios de diálogo entre pares ayudan a reducir el aislamiento profesional y permiten compartir estrategias que alivian la carga emocional.
3. Gestión emocional y autorregulación
Programas de formación continua como el de “Competencias socioemocionales para docentes” de la SEP y Fundación SM proponen el reconocimiento de emociones, respiración consciente y técnicas de pausa activa como herramientas de contención emocional. Estas prácticas están inspiradas en el modelo CASEL de aprendizaje socioemocional, validado internacionalmente.
4. Organización y priorización de tareas
De acuerdo con la Guía de Autocuidado Docente del Ministerio de Educación de Chile (2021), técnicas como la matriz de Eisenhower (urgente/importante) o el uso de listas visuales de tareas ayudan a reducir la sobrecarga mental, mejorando la percepción de control y eficacia.
5. Cuidado del entorno físico de trabajo
Un estudio del Centro de Investigación en Psicología Aplicada (UAM, 2017) sugiere que el entorno del aula o del espacio de trabajo puede influir en el estado emocional del docente. Mantener un espacio ordenado y personalizado, dentro de lo posible, puede contribuir a una sensación de bienestar.
Consideraciones finales
El estrés docente es un fenómeno real, complejo y multifactorial. No es señal de debilidad, sino una respuesta humana a condiciones exigentes. Reconocerlo y atenderlo desde un enfoque institucional, colaborativo y profesional es una necesidad urgente.
Ninguna estrategia sustituye la atención médica o psicológica especializada. Si algún docente identifica señales de afectación significativa en su salud, la recomendación, avalada por la Secretaría de Salud de México, es buscar apoyo con profesionales de la salud mental debidamente acreditados.