En la educación contemporánea, hablar de aprendizaje genuino implica ir más allá de la memorización o del cumplimiento de programas. Significa acompañar a las niñas y los niños en su propio proceso de aprender, reconociendo que cada uno tiene un ritmo, una historia y una manera particular de construir conocimiento.
La Nueva Escuela Mexicana (NEM) retoma esta visión al colocar al estudiante en el centro del proceso educativo, y al docente como un acompañante pedagógico que observa, guía y valora cada paso del aprendizaje, no solo el resultado final.
1. El proceso como fundamento del aprendizaje significativo
Seguir el proceso significa reconocer el valor de cada etapa del aprendizaje: la exploración, el error, la reflexión y la mejora. En este sentido, el aprendizaje deja de ser un producto y se convierte en una experiencia viva.
Cuando el docente acompaña de forma constante —escuchando, observando y retroalimentando— puede identificar verdaderos avances, como cuando un niño pasa de repetir una información a explicarla con sus propias palabras o relacionarla con su entorno.
De acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP, 2022), “el aprendizaje significativo ocurre cuando los estudiantes relacionan lo nuevo con sus saberes previos y con su realidad inmediata”. Por ello, respetar el proceso es esencial para que lo aprendido permanezca y tenga sentido.
2. El docente como acompañante del proceso, no como juez del resultado
En la Nueva Escuela Mexicana, el rol docente se transforma: ya no se trata de controlar el aula ni de dictar conocimiento, sino de generar condiciones para que el aprendizaje florezca.
El maestro se convierte en un acompañante pedagógico que:
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Propicia ambientes de confianza.
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Valora los esfuerzos individuales y colectivos.
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Retroalimenta desde la empatía.
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Reconoce que el error es una oportunidad para mejorar.
Como señala el Marco para la excelencia en la enseñanza y la gestión escolar en la educación básica (SEP, 2020), “el docente reflexivo promueve aprendizajes desde la observación, el diálogo y la comprensión del contexto de sus estudiantes”.
Seguir el proceso implica, entonces, ver al niño en desarrollo, no al alumno que debe cumplir estándares.
3. Ver el avance genuino: más allá de la calificación
El avance genuino no siempre se mide con números. Se observa cuando:
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Un estudiante se atreve a participar.
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Muestra mayor autonomía para investigar.
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Aprende a resolver conflictos con otros.
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Se interesa por aprender más.
Estos indicadores reflejan un aprendizaje profundo y emocionalmente conectado, que fortalece la autoestima y la motivación intrínseca.
En palabras de Frida Díaz Barriga (2019), “aprender es un proceso que involucra lo cognitivo, lo afectivo y lo social; enseñar implica acompañar y facilitar ese proceso de manera integral”.
4. Conclusión: Educar respetando los tiempos del desarrollo
Respetar el proceso del aprendizaje es respetar la naturaleza del desarrollo humano. Cada avance —por pequeño que parezca— forma parte de una trayectoria única.
La Nueva Escuela Mexicana nos invita a volver a mirar la educación como un acto humano y transformador, donde el objetivo no es solo enseñar contenidos, sino formar personas conscientes, críticas y solidarias.
El auténtico progreso no se mide por la rapidez, sino por la profundidad y significado de lo aprendido.
Cuando seguimos el proceso, vemos cómo cada niño avanza de verdad, no porque repite, sino porque comprende, siente y aplica.